Las montañas de Costa Rica, dentro del sistema
orográfico del istmo centroamericano, son las que con más intensidad
capitalizan el turismo que ama las tierras altas, los panoramas
anchos y el clima fresco de las cordilleras.
No existe otro país en el ámbito ístmico, que tenga
tanta ruta trazada y servida, hacia las montañas, sean éstas las
que ofrecen las hermosas alternativas clorofílicas de los bosques
de altura media, o las que despuntan por arriba de los tres mil
metros, y se abren en una increíble serie de cumbres cubiertas de
páramo, y perfiladas en un paisaje glacial de gran interés geológico
y escénico.
El sistema orográfico del país tiene tres poderosas
masas cordilleranas: la Cordillera de Talamanca con 320 kilómetros
de longitud, la Cordillera Volcánica Central con 76 kilómetros y
la Cordillera Volcánica de Guanacaste con 112 kilómetros de longitud
total.
En realidad la cordillera madre es Talamanca, que
viene a ser la prolongación hacia el norte de la Cordillera de los
Andes, y en cuyo extremo sur despunta como un reto altivo la más
alta cumbre del país: el Cerro Chirripó Grande con 3.819 metros
de altitud.
Las otras dos cordilleras son eminentemente volcánicas,
y todas sus formaciones reflejan un vulcanismo cuaternario que aún
en la actualidad está activo en las masas del Rincón de La Vieja,
Arenal, Poás, Irazú y Turrialba.
Estos volcanes, algunos de los cuales son parques
nacionales y representan una de las atracciones más poderosas para
los turistas que visitan el país, pertenecen al sistema del Cinturón
de Fuego del Pacífico, y estadísticamente se ha probado que son
los más visitados de todos los volcanes existentes en el conjunto
de las tierras centroamericanas.
Entre ellos la alternativa más espectacular la
del Volcán Poás, punto en el que nace y muere toda la estructura
del parque nacional del mismo nombre, y en el que está presente
el mejor muestrario circundante de los hermosos bosques de altura
que ofrece nuestro país al visitante extranjero, ansioso de consumirse
en parajes que conserven todavía cierta buena dosis de virginidad.
Hombres de ciencia de todo el mundo, vulcanólogos
famosos como Haround Tazzief, Richard Krushensky y el japonés Murata,
han estado de acuerdo en que el cráter del Poás es uno de los más
grandes de Latinoamérica y quizás uno de los que mantienen en forma
más uniforme su actividad eruptiva.
El turista que llega al borde de la inmensa hoya, queda pasmado
ante la escena plutónica que se abre a sus ojos, y algunas veces
las erupciones de gases magmáticos, vapor de agua y cenizas que
salen de la gigantesca boca --algunas de tipo geyseriforme-- sobrecogen
el ánimo con su fuerza ciclópea.
La facilidad con que se llega en automóvil hasta
el borde mismo del cráter del Poás, es la misma que existe para
alcanzar la alta cumbre del Irazú al norte de la ciudad de Cartago,
la antigua capital de Costa Rica.
Este último volcán, famoso por las erupciones increíbles
que realizó durante el período 1963-1965 y que convirtieron el cielo
del Valle Central costarricense en una extraña sombrilla color gris
ratón, tiene varios cráteres en su cima, que en la actualidad sólo
dejan escapar emanaciones leves de anhídrido sulfuroso e hidrógeno
sulfurado a través de sus fumarolas.
El cráter principal es de una profundidad que supera
los 400 metros y está colocado al borde de una escarpa desértica,
a la que se llega atravesando el terreno lunar de "Playa Hermosa",
donde el visitante siente la sensación de transitar por los vericuetos
de alguno de los misteriosos mares de la Luna.
Con 68 edificios volcánicos debidamente clasificados, Costa Rica
alcanza en algunas regiones geográficas una increíble mescolanza
paisajística, en que uno encuentra desde reminiscencias de Hawaii,
hasta rincones que parecieron copiados al carbón de los altivos
contornos del Etna o del Vesubio, todo emergiendo siempre desde
una eternidad de selva verde, inmensa y de fuerte característica
tropical.
Los viajes a los volcanes, además de la espectacularidad
de sus encuentros, son pintorescos porque atraviesan tierras de
una belleza sin igual, campos labrantíos, pastizales donde se desarrolla
una ganadería orgullo de los nacionales.
Se dice que solamente 10 personas de cada 3 millones
de habitantes en el mundo, tienen oportunidad de ver, durante su
vida, alguna erupción volcánica. Esta verdad estadística es aún
más acentuada cuando se calcula que solamente 4 personas de entre
igual número de habitantes, pueden alcanzar a ver en vida, un derrame
de lava fundida.
En el Volcán Arenal, enclavado en la Cordillera
de Guanacaste al extremo sureste del Lago de Arenal, y colindando
con las viejas selvas donde aún viven los indios guatusos, el viajero
que llega en automóvil puede aún observar el movimiento de las increíbles
coladas de lava andesítica que se mueven hacia el norte y noroeste
del llamado "Cráter C" del edificio.
Más de treinta coladas de lava ha derramado este volcán costarricense
de 1.635 mts. de altura, desde que hizo su explosión catastrófica,
a base de nubes ardientes, en el año de 1968.
En la actualidad la llamada colada "31",
que tiene tres brazos según los informes del Proyecto de Vulcanología
de la Universidad Nacional, se mueve hacia el norte y durante el
día se notan sus derrames humeantes. Al llegar la noche, estos derrames
se convierten en un arroyo de oro fundido, que avanza en medio de
una nube de chispas formando un espectáculo de maravillosa presencia.
Con la ayuda del Instituto Costarricense de Turismo,
los clubes de montañeros que existen en el país o recabando información
directa en la Universidad Nacional turistas y hombres de ciencia
interesados pueden llegar fácilmente a los volcanes.
Pero no solamente las tierras volcánicas hacen
magnético el paisaje orográfico del país, sino también los mundos
andinos sedimentarios (sic) donde se levantan algunas de las más
altas cumbres costarricenses.
El Chirripó Grande es el techo de Costa Rica, y
con mucho, la montaña más hermosa del contorno centroamericano.
Hace años un geólogo alemán de renombre mundial,
el doctor Richard Weyl, descubrió en Chirripó (hoy parque nacional)
vestigios de una pasada glaciación.
Según Weyl hace aproximadamente unos 25.000 años,
esta parte de la Cordillera de Talamanca estaba totalmente cubierta
de hielo, y por las gargantas de sus altivos picos de roca gris,
se descolgaban los ventisqueros viajando, milímetro a milímetro,
sus masas de hielo hacia los vallecitos en cuyo fondo se descubren
aún hoy acumulamientos de morenas.
De esta época glacial la montaña está llena de
recuerdos: rocas alisadas por la acción del hielo, lagunas con turba
en el fondo, valles con morenas y por lo menos una veintena de lagos
y lagunas que rellenan concavidades que se formaron en aquellas
épocas remotas sobre la roca magmática.
Chirripó es como un pedazo del Ande. Geológicamente,
climatológicamente y en sus aspectos de flora y fauna, la montaña
es andina hasta en sus mínimos detalles.
El turista extranjero encuentra en Costa Rica compañías especializadas
en viajes que hacen posible llegar hasta la magnífica cumbre, en
recorridos a caballo que atraviesan selvas densas, llenas de especies
botánicas tropicales y de infinitas variedades de orquídeas, hasta
desembocar en la gélida extensión amarillo-paja de los páramos andinos.
Alrededor de Chirripó, para los amantes del alpinismo,
se encuentran cumbres de formas caprichosas que suponen un reto
siempre presente para los amantes de este tipo de deporte. Ventisqueros,
Urán, Crestones, Durika, Kámuk, Truncado y Weyl son algunos de los
nombres que tienen estas montañas cuya altura supera en todos los
casos los 3.000 metros de altitud.
Pero también hay alternativas de alcanzar las montañas
de Costa Rica sin mayores esfuerzos, y tan sólo ejercitando los
músculos con pequeñas caminatas desde los puntos a que puede arribarse
en automóvil.
Una de estas montañas mayores es el Cerro de la
Muerte, punto en que la Carretera Interamericana del Sur, que comunica
a Costa Rica con Panamá, alcanza su mayor altitud en Centro América.
El Cerro de la Muerte está lleno de oportunidades para los observadores
de aves y animales silvestres. Es constante la afluencia de personas
que llegan a aquellas altas cumbres para mirar algunos de los ejemplares
más representativos de la fauna alada del país, al tiempo que pueden
ver la incomparable escena del Océano Pacífico hacia un lado de
la montaña y del Atlántico hacia el otro.
Otras montañas famosas para observar a las aves
son el Cerro de Las Vueltas y El Jaboncillo, ambos en la misma ruta
de la Carretera lnteramericana del Sur y surgiendo después de increíbles
cerrazones de robles.
En Ojo de Agua, un punto en que los viajeros suelen
detenerse para comprar, en la venta rústica de "Los Chespiritos",
moras negras del contorno, viandas típicas y plantas, existen unas
sabanetas medio ocultas entre bosques en que está visible una de
las más extrañas asociaciones botánicas de toda América: las puyas
de corte andino, casi desaparecidas en nuestro continente, y las
lomarias que algunos botánicos consideran que vienen desde las edades
diluvianas.
Para la gente que ama la paz; y sueña con la muda contemplación
de valles plácidos cumbres silenciosas, bosques llenos de cantos
de aves y clima fresco y tonificante, la industria turística costarricense
ha ido instalando lugares especiales en las montañas que rodean
al Valle Central. En el Monte de la Cruz, al norte de San José,
está El Castillo, un club campestre con pista de patines sobre hielo,
canchas de deportes, piscina cubierta y áreas boscosas para el excursionismo,
y también existen hoteles en las faldas del Irazú, cerca del pueblo
de San Juan de Chicoa, y en San José de la Montaña, así como en
Monteverde, lugar en el que existe una de las más hermosas reservas
forestales de Costa Rica, y donde todavía pervive, como una increíble
luz tornasol alada, el pájaro Quetzal.
Por su belleza escénica, por la paz proverbial
del país, por el clima democrático que se respira, la facilidad
de establecer contactos oficiales o amistosos y la ausencia total
de trámites engorrosos, permisos especiales o papeleos, son las
montañas costarricenses, las más fáciles de alcanzar en todo el
juego geográfico de la América Central.
Además del Instituto Costarricense de Turismo,
recomendamos contactos con el Instituto Geográfico Nacional, Club
de Montañeros de Costa Rica y Club de Alta Montaña de Cartago, OVSICORI
de la Universidad Nacional y el SINAC.
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Volcán Irazú
Situados sus cráteres a una altura de 3.432 mts.,
el Irazú forma, junto con el Poás, la "pareja" volcánica
más visitada del país; y su renombre, acentuado por el periodo activo
reciente, que se inicio en el año 1963, es imán para que ticos y
extranjeros se lleguen con avidez a su cima. Sin embargo, hoy día,
el Irazú "duerme a pierna suelta" después de los innumerables
problemas que provocó, en más de la mitad de Costa Rica, durante
varios años. Porque los costarricenses recordamos muy especialmente
el nombre del Irazú por las cenizas que azotaron, tanto al campo,
-con la ruina de muchos cultivos- como las ciudades, en especial
San José.
Sus faldas son relativamente suaves hacia al sur
y oeste pero fuertes hacia el norte. El conjunto del macizo es prolongado
con dirección E. N. E. aproximadamente. En las faldas del volcán
hay numerosas fincas de lechería y también se cultiva con ahínco,
especialmente la papa.
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Volcán Poás
Entre los ya extintos volcanes "El Viejo"
hacia el oeste y el Barva rumbo este, y como punto culminante de
una de las cimas más imponentes de la Cordillera Central, se encuentra
el volcán Poás de 2.708 mts. de altura. Su cráter principal, olla
grandiosa que se mantiene activa en forma permanente, atrae a millares
de visitantes, los cuales pueden llegar hasta el borde de la enorme
paila hirviente, una de las más grandes del mundo según afirman
muchos conocedores, en sus automóviles.
La carretera permite acercarse comodamente casi
hasta el borde del crater activo.
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Volcán Barva
Con sus 2.906 mts. de altura, el Barva se encuentra
entre las altas cimas de la cordillera volcánica central, con sus
"congéneres" Irazú, hacia el este y Poás, al oeste.
Conocido también este volcan como Cerro Las Tres
Marías, resulta muy familiar al habitante del centro del país, pues
es la culminación de una amplia pared del norte del Valle Central
en la cual hay numerosos pueblos e infinidad de fincas, en un paisaje
siempre verde, salpicado de pinos, cipreses y gran variedad de árboles
que, como selva de primer crecimiento, coronan el cerro volcánico.
La selva tupida cubre los alrededores del cráter apagado del Barva.
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Volcán Arenal
Hasta el año 1968, el Arenal había sido considerado
como un volcán pacífico desde tiempos inmemorables. No hay dato
alguno de la actividad durante la colonia ni en los años posteriores.
Hasta la década de los treinta no fue hollada su cima y fue cuando
un grupo expedicionario comprobó actividad de fumarolas.
Actualmente el Arenal se mantiene en actividad
constante, sin representar ningún peligro para los visitantes, y
dando la oportunidad de apreciar el gran recurso escénico de sus
alrededores como la Laguna de Arenal y el parque del mismo nombre;
también se puede disfrutar de las aguas termales, para lo cual hay
balnearios especializados.
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Volcán Turrialba
El Volcán Turrialba es el último de la Cordillera
Volcánica Central en la dirección noreste; y como ocupa la misma
base que el Irazú, puede decirse que estos dos volcanes son "gemelos
casi idénticos", aunque el Turrialba ha estado inactivo muchos
más años que el otro, el Irazú, más familiar a ticos y extranjeros,
ya que se puede llegar al propio crater en automóvil. Para subir
al viejo "Torre Alba", como lo llamaron los españoles,
es necesario caminar durante varias horas.
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Volcán Viejo
Si usted se encuentra al borde del cráter activo
del volcán Poás, y echa una mirada hacia el noroeste, podrá ver,
en primer lugar, el valle de Bajos del Toro; y mucho más hacia el
oeste los cerros de Palmira. Pues bien, en un punto que se confunde
con la montaña común y corriente, se encuentra el cráter derruido
de lo que fue un volcán, cuya actividad debe haber tenido lugar
hace miles de años.
La altura de este volcán de la Cordillera Central
es de 2.060 mt, según el reporte del Instituto Geográfico Nacional.
Su acceso puede hacerse por la citada población de Bajos del Toro
-o Toro Amarillo- o por la zona de Palmira. Hay un viejo sendero,
que abrió hace muchos años un empresario para sacar piedra pómez,
que utilizaba en la elaboración de jabón. Por ese motivo los vecinos
de la zona llaman "La Mina" al Volcán Viejo. Sus faldas
están cubiertas de cipreses y cedros. Pertenece al Parque Nacional
Juan Castro Blanco.
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Volcán Tenorio
El Tenorio está localizado en la provincia de Guanacaste
a 1.916 m.s.n.m., dividido por un valle pintoresco y ubérrimo, conocido
como Bijagua. Desde esta población puede intentarse el acenso, aunque
no hay rutas trazadas. Es el volcán más al este de la Cordillera
de Guanacaste.
Consiste de cuatro picos volcánicos y dos cráteres
gemelos (uno a veces llamado volcán de Montezuma). Está cubierto
por sabana en las partes bajas, bosque lluvioso en las medias y
bosque nuboso en las altas. Desde la falda oeste fluye el río Tenorio
y desde la sur el Tenorito y el Martirio. Desde su cima se puede
observar las llanuras de Guatuso y San Carlos, el Lago de Nicaragua,
la Reserva de Caño Negro y el Lago Arenal. Desde sus faldas serpentea
el Río Frío. Existe una leyenda sobre una erupción en 1816, pero
el volcán se observó con bosque denso en 1864 y no se considera
que haya tenido una erupción en época histórica. Desde 1989 ha estado
en estudio de prefactibilidad para determinar su potencial geotérmico.
En 1998, las cercanías del volcán sufrieron un temblor de regular
intensidad.
Desde 1995 el volcán es parte del Parque Nacional
Tenorio. Es conocido por sus aguas termales (con temperaturas de
hasta 94°C) y pailas burbujeantes. A los pies del Tenorio se extienden
grandes plantaciones de macadamia.
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Volcán Miravalles
A 15 km de Bagaces, en el rumbo del norte, y desde
los terrenos ondulados de origen volcánico, de color blanco y con
una vegetación exigua, se puede admirar ya en todo su cuerpo, el
Miravalles, volcán extinguido en su cono, que está cubierto de selvas,
pero que mantiene aún actividad de batideros y solfataras, las que
se conocen comúnmente por "hornillas".
Atrás queda la vegetación rala y las haciendas
ganaderas en donde predomina la piedra, al entrar a la zona cercana
al volcán, la tierra se vuelve negra y fértil, abundan las aguas
y la vegetación es verde todo el año.
Toda la zona aledaña a la base del cerro tiene
vestigios de actividad volcánica. La parte superior, según reiterados
informes, no solamente de viejas ascensiones sino de viajes recientes,
no ofrece actividad.
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Volcán Cacao
Está localizado en la Cordillera de Guanacaste
a 1659 m.s.n.m. Tiene un crater al suroeste del cual no hay registros
de actividad. En sus empinadas laderas, hay numerosas nacientes
que fluyen hacia el Lago de Nicaragua y el Golfo de Nicoya, como
es el caso del río Tempisque. En una de sus faldas, a una altura
de 1050 m.s.n.m. está la Estación Biológica de Cacao. En el área
cercana se ha encontrado una gran cantidad de petroglifos.
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Volcán Rincón
de la Vieja
La altura del Rincón de la Vieja, es de 1905 mts.
Al llegar a la cima se encuentra con un "lomo de burro"
sumamente peligroso, ya que no hay sitio seguro para ponerse en
pie. A la izquierda esta el cráter y a la derecha un abismo como
de 500 mts.
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Volcán Orosí
Las tierras cercanas a la base del volcán Orosí
han sido aprovechadas en labores de ganadería y agricultura. Desde
la magnífica hacienda los Inocentes, se aprecia la mole del volcán
con toda su conformación. Viejas coladas de lava se observan en
muchos sitios aledaños a los ríos que tienen sus manantiales en
el cerro: el Sábalos, entre otros, hermoso tributario del Lago de
Nicaragua, que se desliza despaciosamente entre los Inocentes y
Hacienda Alemania. Más hacia el norte esta el río Sucio o Mena,
en cuyas orillas echo raíces una población de agricultores: Santa
Cecilia.
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